Entre los requisitos que exigen las aerolíneas a sus candidatos, está el curso de Multi Crew Cooperation, más conocido como MCC. Es un curso que se realiza después de haber obtenido las licencias de Piloto Comercial (CPL), Multimotor (MEP) y Habilitación de Vuelo por Instrumentos (IR). La idea del curso es, después de haber hecho tus horas de vuelo en aviones de un solo piloto, prepararte para el vuelo en aviones de dos pilotos (MultiCrew). Si no lo tienes, no quiere decir que seas menos piloto, pero cuando vayas a hacer la Habilitación de Tipo para un avión de compañía, te van a pedir que lo tengas hecho. La mayor parte del curso es práctica, y se lleva a cabo en simuladores, lo que para muchos supone el primer contacto con este tipo de máquinas. En mi caso, llevo más de 15 años volando en aviones politripulados y unas cuantas horas de simulador, aún así, actualmente esa experiencia no me sirve para convalidar este curso, así que tuve que hacerlo en una escuela privada.
Este aspecto tiene la cabina del simulador. Sencillo pero completo. |
La oferta es muy variada, con precios que oscilan entre los 1.450€ y alrededor de 7.000€; la principal diferencia consiste en el tipo de simulador. Los más caros lo hacen en simuladores de Airbus 320 o de Boeing 737 con capacidad para simular el movimiento del avión (Full Motion), algo que puede ser atractivo por el plus de realidad que supone, y porque de paso, te inicias en uno de los dos aviones que más utilizan las aerolíneas, lo que te puede ser útil de cara a unas pruebas de acceso. En Aerofan, donde hice el curso teórico de ATPL, cobran 5.400€, se hace en las instalaciones de Global Training Aviation con el simulador de Airbus 320. Esta empresa es puntera en formación con simuladores, por lo que seguramente sea un buen curso.
Respecto a si merece la pena gastarse más o menos, hay muchas opiniones, en mi caso opté por el más barato, ya que con la diferencia de precio, puedo pagarme unas cuantas horas con instructor en el caso de necesitarlo, además, la finalidad del curso no es aprender a llevar un modelo de avión, sino los fundamentos básicos de la cooperación en cabina. Por eso, elegí hacerlo en Quality Fly, en el aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid), que lo ofrece al precio de 1.450€. El simulador que se utiliza es el del Beechcraft 200 Super King Air, un turbohélice de dos motores con unas prestaciones bastante respetables. La duración es de una semana de lunes a domingo por las mañanas; a mí me resultó muy cómodo porque tuve que cogerme vacaciones y si hubiera durado más habría tenido que gastar más días.
El curso se hace por parejas, por lo que facilita mucho si vas con alguien, ya que puedes empezar en cuanto tengan fechas libres. Si vas solo, tendrás que esperar a que haya alguien más en tu situación para que os junten y puedas iniciarlo. Yo fui con un compañero, con el que tengo una excelente relación, y con el que ya he volado unas cuantas veces, eso puede ser muy beneficioso a la hora de la coordinación en cabina y la toma de decisiones consensuadas.
La parte buena de hacer este curso en un simulador "sencillo", es que no necesitas estudiarte un avión con multitud de sistemas, que puede ser muy interesante, pero no es la finalidad de este curso. En nuestro caso, la teoría se redujo a la parte de CRM (Cockpit Resource Management) y procedimientos de despegue y emergencia comunes a todos los aviones. Para mí, es una gran ventaja, porque como ya he comentado, los que estamos trabajando no podemos dedicarle a esto más tiempo del necesario.
Nuestro instructor, Tomás, acumula una gran experiencia en vuelo y tareas de instrucción; tras ser instructor en una escuela de pilotos, trabajó en Vueling desde su creación, donde también examinaba y formaba a los recién incorporados, hasta que un buen día, cansado de esa vida, decidió volver a sus orígenes en la enseñanza que es su verdadera pasión. Ser instructor en una compañía, es uno de los peldaños más altos a los que se puede llegar como piloto comercial, por lo que para nosotros fue un lujo contar con alguien así para las clases, no solamente por su preparación, sino por la cantidad de anécdotas y enseñanzas de las que "no están en los libros" con que nos obsequió a lo largo de la semana. Su carácter afable, su cercanía y la ilusión con que enseña, hizo que disfrutásemos cada instante del curso y que me reafirmase en mi pensamiento de que volar es fácil si te enseñan bien.
El curso en sí, comprende unas horas de teoría, quizá la parte más pesada, y unas horas de simulador donde se practica los Procedimientos Operacionales Estándar (SOP) y de Emergencia. Los simuladores y yo, en general, no nos llevamos bien. Los que he conocido, son muy realistas en algunos aspectos pero no consiguen reproducir el "tacto" del avión, casi siempre son demasiado "sensibles" y hacen que me sienta torpe e incapaz incluso de mantener una línea de vuelo. Eso sí, son un gran entrenamiento porque luego en el avión de verdad te resulta muy sencillo. El simulador que utilizamos, parecía estar algo más "logrado", pero sobre todo, fue una gran ventaja el tener claro que ser capaz de llevar el avión a mano con suavidad no era lo que se pretendía, así que casi todo el tiempo volábamos con el piloto automático conectado, lo cual elimina esa parte que tan poco me gusta de estos cacharros.
La experiencia fue fantástica, aprendimos mucho más de lo que esperábamos; mi compañero y yo, no éramos nuevos en esto de volar aviones de dos pilotos, de hecho, nuestra operación en el 43 es bastante buena en el aspecto de coordinación en cabina, pero quizá falta un poco de estandarización de la fraseología, algo que en las aerolíneas se lleva a rajatabla. Respecto a nuestro querido Canadair, el Beechcraft 200 tiene dos características a las que no estamos acostumbrados: la presurización y el piloto automático. Yo había volado la Cessna Citation V, hace ya nueve años, y más o menos recordaba como utilizarlos; me gustó volver a recordarlo. Para mi compañero fue una novedad, que al principio le costó, pero una vez aprendido le encantó y creo que le va a resultar duro volver a tener que volar sin piloto automático.
En general, las prácticas fueron lo más parecido a un vuelo comercial: un avión rápido, vuelo instrumental, comunicaciones en inglés, ¡¡¡altitudes de más de 10.000 pies!!!... todo factores con los que últimamente no estamos muy familiarizados y que requirieron que nos quitásemos un poco el "óxido". Al final, yo creo que se nos dio bastante bien y, a pesar de no estar en nuestro "medio natural", la experiencia en vuelo se notó y nos adaptamos con relativa facilidad. En fin, lo que esperaba que fuera una semana de sufrimiento en esas máquinas infernales que son los simuladores, resultó de los más divertido y me supo a poco.
Y no puedo terminar este artículo sin hablar de la tortilla de patata del bar de Cuatro Vientos; mi compañero la calificó como "de concurso". En este aeródromo hay dos cafeterías, en la que está más cerca de la entrada, al lado de Aerofan, es la que sirve esta maravilla de la gastronomía. Cada día, durante el descanso entre clases, íbamos a comernos una ración. Para mí, la mejor tortilla de patata que he comido. Un motivo más para ir allí a hacer cualquier curso.
En primer lugar, gracias. Gracias por esa semana que compartimos. No sólo sois grandes aviadores, lo que os agradezco es haber compartido ese tiempo con tan buenas personas. Agradezco tus palabras en nombre de la escuela y de mí. Y os agradezco lo que he aprendido de vosotros, que ha sido mucho. Os deseo lo mejor (estaréis donde queráis estar) y sabéis dónde tenéis vuestra casa (aeronáutica claro, que hay que acumular muchos churripuntos para venir). Un fuerte abrazo y VIVA EL 43!!!
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