miércoles, 28 de mayo de 2014

Pequeños detalles pueden causar grandes catástrofes: el vuelo 603 de Aeroperú.

Hoy quiero contar una historia no muy conocida: el accidente del vuelo 603 de Aeroperú en 1996 y las causas principales que lo provocaron.

Aquel 2 de octubre, el Boeing 757 de última generación despegó poco después de la medianoche del aeropuerto internacional Jorge Chávez de Lima con destino a Santiago de Chile. Pronto empezarían las complicaciones; a pesar de estar volando, los altímetros indicaban que el avión seguía en tierra. Seguidamente comenzaron a saltar las alarmas de sobrevelocidad, lo que no podía ser ya que estaban en ascenso pronunciado. Finalmente los altímetros parecen recuperarse y se quedan fijos indicando 7000 pies (unos 2200 metros). La cabina se llena de avisos sonoros contradictorios y los pilotos desconcertados declaran emergencia y deciden volver al aeropuerto.

Al reducir potencia para no pasarse de velocidad, el avión comienza a bajar sin que los pilotos se den cuenta ya que es de noche y sus instrumentos siguen indicando que están manteniendo altitud, algo que les confirman desde la torre de control.

Después de unos interminables minutos se activa el aviso de pérdida por baja velocidad y poco después el de proximidad al suelo. Estos dos avisos se suman a todos los que ya estaban sonando, lo que termina por confundir a los pilotos; lamentablemente eran los dos únicos avisos que no eran falsos.

Poco después, el avión se estrella en el Pacífico. Fallecen los 61 pasajeros y sus 9 tripulantes.

¿Qué había pasado para que un avión moderno y equipado con la última tecnología fallase de forma tan catastrófica? La respuesta estaba en los restos recuperados del mar, pero antes, un poco de teoría acerca de los sistemas implicados:

  • Los altímetros e indicadores de velocidad basan su funcionamiento en la presión atmosférica, y puesto que los aviones modernos están presurizados necesitan medirla en el exterior de la cabina. Esta función la cumplen las "tomas estáticas", unos pequeños orificios en el fuselaje que transmiten esa presión exterior al instrumento. 
  • El radar que se utiliza en las torres de control no "detecta" la altitud de los aviones, sino que estos transmiten esta información basándose en sus propios instrumentos; de ahí que los controladores no pudieran sacar de su error a los pilotos.
  • El avisador de pérdida se basa en una aleta que controla los cambios de flujo de aire y anticipa que el avión va a perder sustentación sin importar su velocidad y configuración. Es independiente de las tomas estáticas.
  • La alerta de proximidad al terreno utiliza un sistema radárico, es decir, mediante ondas de radio literalmente "mide" la distancia al suelo (o al mar).

Durante las labores de mantenimiento, las tomas estáticas fueron cubiertas con cinta aislante para evitar que les entrase pintura. Al operario que realizó las tareas se le olvidó retirar la cinta aislante, lo que anuló la funcionalidad de estas tomas resultando en una indicación errónea en los instrumentos más críticos de todo el panel.

Así fue como absurdamente, unos pequeños trozos de cinta aislante que podemos comprar por unos céntimos, "derribaron" un avión de varios millones de dólares. Y es que en Aviación, cada eslabón de la cadena es importante y nunca hay que dejar de prestar atención a esos pequeños detalles que pueden terminar siendo decisivos.

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